martes, 1 de septiembre de 2009

Septiembre

En mi vida han existido muchos tipos de septiembres...

Cuando era pequeña, recuerdo que mi abuela vivía en una de esas barriadas que se están perdiendo, donde por las noches, l@s vecin@s sacaban sillas a las puertas, o se sentaban en los escalones, al fresquito. Con un paquete de pipas, o si encartaba, se ponían a hacer chocolate y otros bajaban bizcochos o lo que encartara. Recuerdo que mis padres se compraron un cochecillo pequeño para que mi madre, todas las tardes, después de comer, pudiera llevarnos a la playa de justo debajo del barrio de mi abuela. Se llevaban los botes grandes de suavizantes o botellas de 5 litros de agua, llenas de agua dulce, y la ponían al sol, para que cuando daban las 8 y algo, después de estar arrugaditas mi hermana y yo como garbanzos, al igual que el resto de niñ@s y adult@s, enjuagarnos allí, con el gel y el champú, así, llegábamos al barrio de mi abuela, duchaditas, cambiadas, y a jugar en la calle, hasta que iban, poco a poco, llamándonos por la ventana para darnos la cena. Precipitadamente nos comíamos lo que fuera para irnos de nuevo a jugar.

Luego llegaba septiembre. Los días empezaban a acortarse. L@s niñ@s que venían a pasar el verano en las casas de sus familiares se iban despidiendo, hasta las navidades. Y ahora tocaba estrenar libros, libretas, bolígrafos y a veces hasta uniforme y babi. Reencontrarse con las compis de clases, contar qué se había hecho ese verano. Daba la casualidad que mi familia, hasta que no fuimos más mayorcitas, no íbamos de viaje. Nos quedábamos en nuestra ciudad, ibamos de gira los fines de semana, cuando mi padre podía liberarse de trabajo; pero aseguro que era de las que mejor me lo pasaba en el barrio de mi abuela, pues el resto de mis amigas no podían bajar a la calle a jugar, no iban todos los días a la playa (ellas iban a un club privado, con su piscina), etc...

Recuerdo cómo mi padre, con su máquina de escribir, nos hacía etiquetas con nuestro nombre y curso escolar, y cómo, mis padres, mi hermana y yo, forrábamos los libros. Qué tiempos aquellos cuando yo, me preocupaba por no estropear ni pintar mis libros para que mi hermana, dos años más pequeña que yo, pudiera aprovecharlos. Forrar de nuevo los libros antiguos, echarle un ojo por si estaban muy mal, por si habían cambiado la editorial o algo... Y luego, la sensación de llegar el primer día al colegio. Siempre me ha gustado ir al colegio. Aunque conforme iba creciendo me sentía un poco "diferente", pero bueno, al rato de llegar al patio del colegio, saludarnos, formar la cola e ir a clase se pasaba. Sería que desde pequeña sabía que entendía, no sé.

Cuando fuí adolescente, y pasé a bachillerato (al finalizar la EGB), fué cuando comencé a salir con mi grupillo del colegio. Aún así, en los veranos, continuaba yendo al barrio de mi abuela, a la playa, aunque algunas tardes, sobretodo los fines de semana, salía con mis amigas del cole. Amistades que aún tengo, que conservo, que compartieron momentos como mi boda, como mi salida del armario, como mi vida...

Y bueno, luego están los septiembres de cuando comencé la facultad. Esas colas nocturnas para poder matricularme; los exámenes, pues ya no había forma de librarse de tener exámenes en septiembre. El reencuentro con otras amistades que no veía en verano (estudié en una ciudad diferente a la mía). De nuevo al piso de estudiante. Lo peor era cuando teníamos que buscar una nueva compañera de piso. Uff, la de carteles que pegábamos por las cabinas de teléfono, en las facultades, en los comedores públicos... Y luego las visitas a la casa, las preguntas, y deliberar con quién nos quedábamos. A veces, acertábamos, otras, no, y sufríamos el invierno con alguien que no era muy afín.

Y bueno, luego está el año en que en septiembre aprobé la última asignatura que me quedaba para terminar la carrera. Y luego, comencé a trabajar. En septiembre también. El sentirse diferente porque ya no estudiaba, sino que trabajaba. Y no todas las personas de mi entorno lo hacían. Fué un septiembre lleno de cambios, de chocarse con la realidad de un mundo laboral que no era ni la sombra de lo que pensaba.

Y ahora está este septiembre. Un septiembre que se me antoja diferente. Un punto de inflexión en mi vida. Un septiembre en el que lo vivo en mi propio hogar, con mi mujer, con los nervios de su nuevo puesto de trabajo. Y un primer septiembre con exámenes de nuevo, con un trabajo bastante en condiciones para lo que hay en el mercado laboral... Si miro atrás y hago balance, puedo decir que he evolucionado, crecido (envejecido también), y que soy una persona afortunada.

31 septiembres ya, y casi todos llenos de emociones y experiencias nuevas. Y supongo que aún, me quedan bastantes septiembres que vivir.

PD: no cumplo años en septiembre, que conste.

2 comentarios:

eigual dijo...

Tienes suerte de tener tantos recuerdos, y tener memoria para hoy poder relatar aquí, todo esto.

Te ha quedado muy bonito. Disfruta de tu mes de Septiembre, un saludo.

Ra dijo...

Me ha encantado este post!!!!
Gracias!